Casting para Tanzania L. Strathmore

Podía notar el chocolate desparramándose por la fuente, corriendo a través de la mesa y lo único que yo quería era acercarme y lamer, era una tentación sentir su olor inundando cada uno de los espacios de esa habitación, pero por alguna maldita razón no podía moverme, mis pies parecían asegurados al suelo, como pegados a él con el mejor pegamento. La desesperación comenzó a inundarme, al comienzo sólo era por la necesidad de sentir el placer del chocolate inundando mi cuerpo, pero luego todo se volvió terrorífico, mi corazón latía con más fuerza, quería salir de allí como fuera. Abrí los ojos de repente, mire a todos lados, esta habitación no era la mía eso estaba claro, mire a un lado y allí estaba mi profesor, mi apasionado Bradley, sonreí con malicia, ahora si recordaba todo.

Había salido con las chicas, después de una pelea con Bradley por visitarlo en su despacho, yo seguía sin verle el problema de visitarle y que nos viese mi padre, a veces el señor Stone podía ser aburrido. Seguí poniendo en orden mi cabeza con lo que había pasado esa noche, tenía previsto ligar con cualquier chico, no importaba, solo que fuese de la universidad, sabía que él me esperaría a que llegara para intentar arreglar las cosas, sacudí mi cabeza ¿entonces como acabe aquí?, recuerdo muchas copas, muchas copas, nadie lo suficiente convincente para llevarme a la habitación, nadie lo suficiente bueno, teníamos una relación abierta podía hacer lo que quisiera pero por alguna extraña razón ese no era el momento. Me fui sola hasta la habitación de Bradley, abrió la puerta somnoliento - Tanzie, es tarde ¿que haces aquí?- comenzó su dialogo, pero no tenía ninguna gana de hablar, lo mire maliciosa y lo empuje hacia dentro de la habitación, hasta la cama y me puse encima del sin darle tregua a explicaciones puse mis labios en los suyos...

Sonreí al recordar el fogoso rato que pase, bien sabia que poco le duraba el enfado cuando se trataba de mi, y mucho menos con mis métodos, poco técnicos de convicción. Mire el reloj de la mesita, las cinco de la mañana, me puse en la oscuridad mi ropa interior, cuando una voz dormida acaricio mi oído - Perdona nena, no me gustaría quedarme sin trabajo- sonreí con victoria, siempre conseguía lo que quería y en este caso no iba a ser menos - Poco me importa mi padre - le guiñe el ojo y salí de la habitación sin ponerme la ropa.